martes, 21 de octubre de 2014

Cuestionando la metodología didáctica (III)

Hoy es el primer día de clase. Entro en el aula con una sonrisa y doy los buenos días. Intento controlar las formas y el espacio. No voy a la mesa del profesor; directamente hacia ellas. Son 22 chicas y un chico. Están en segundo curso así que ya tienen una idea preconcebida sobre mi. Me llaman el “dudas”. Tiene la impresión de que soy un profe duro ¿¿?? porque hago exámenes con el aula virtual y pido un 8 para aprobar.
Les pido que se presenten una a una. Siempre con una sonrisa en la boca, acercándome a cada una de ellas pero respetando su espacio vital. No quiero intimidarlas.
Les cuento algo sobre mi. Que sepan algunas cosillas, incluso personales, les da algo de confianza.
Le entrego a cada una el resumen programático, un documento que tenemos en el instituto. Una hoja nada más, por un lado, con un resumen esquemático de la programación que se centra, sobre todo, en el sistema de evaluación, los instrumentos y los criterios de calificación. Les explico que vamos a usar el aula virtual del instituto en donde pondré todos los recursos que necesitan y más. Desde el aula virtual pueden acceder a mi red de aprendizaje formada por el blog, twitter, facebook, netvibes, scoop.it, … Cosillas que aprendí, entre otras muchas cosas, en el curso del INTEF.

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… y donde haremos las “autoevaluaciones”. No les llamo exámenes, sino autoevaluaciones.
Expliquémoslo. Una de las actividades que programo al acabar cada unidad es un “trivial”. A cada estudiante le doy tres tarjetas y les pido que escriban, en cada una, una pregunta. Tienen que ser preguntas muy cerradas y muy objetivas: tipo test con cuatro respuestas, emparejados, verdadero/falso, si/no… Y un día hacemos un concurso. Cada estudiante le hace una pregunta a otro, en voz alta, para que todos la oigan. El preguntado contesta, si la sabe, y los demás dicen si está bien o mal. Si hay dudas comenzamos un debate; que discutan, que se peleen, que lleguen a un consenso, que den una solución… ¡Es que está mal planteada!; ¡yo no la entiendo!. ¡los apuntes no dicen eso!. Utilizo esta actividad como una herramienta para aclarar dudas y reforzar el aprendizaje. Una cosa he aprendido: que los estudiantes son mucho más duros que los profesores cuando hacen preguntas.
Son 23 estudiantes, a 3 preguntas cada uno, 69 cuestiones. Algunas hay que rechazarlas por estar fuera de lugar, porque son demasiado difíciles, porque están mal planteadas, porque están repetidas. Al final nos quedamos con unas 40 o 50 y esas, precisamente esas son las que cargo en el aula virtual. Como cada año se repiten una y otra vez las mismas preguntas sólo meto en el aula virtual las novedosas, las que creo que son interesantes; esas van al pool de preguntas así que en cada unidad tengo entre 80 y 100 preguntas que, en realidad, han planteado los propios estudiantes.
Ese primer día también les digo que la evaluación es recíproca. Yo les evalúo a ellos pero ellos también me van a evaluar a mi. Dos veces. Una a finales de noviembre, cuando ya hayamos acabado dos unidades, hayamos hecho las actividades y hayamos hecho las autoevaluaciones; otra al finalizar el curso. Ambas son anónimas así que pueden decir lo que quieran.
La primera es para ver si les gusta mi método, mis formas, mi sistema de enseñar y me digan qué cambiarían, lo que les parece mejorable. Como muestra, un botón: Este es el resultado de la encuesta que hice en noviembre del curso pasado.



Esta encuesta me ayuda mucho a saber lo que opinan y a darles las "explicaciones" pertinentes sobre lo que hago y por qué lo hago. Y me ayuda, como no, a corregir algunas cosas porque, como dije en el capítulo I, ellos son los protagonistas, no yo.

Continuará... ¿Pido un 8 en las autoevaluaciones para aprobar?. ¿No es demasiado?

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